
SI TE AGARRO A PALOS
ES PORQUE TE QUIERO.
ES PORQUE TE QUIERO.
Hace mucho tiempo, más precisamente el año `94 y en el living de la casa de mi abuela, se funda Pilsokas. Banda de tendencias Punkekes que marca el inicio de mi vida como batero. En ese momento, lo único que tenía para marcar el ritmo de esas desastrosas canciones eran unas cajitas de cartón recicladas con buena acústica y bolsas plásticas del Fullmarket, que simulaban a la perfección un Crash línea K de 20 pulgadas.
Tiempo después, fue mi viejo el que se rajó con una batería verdadera, pero usada y completamente negra. Lo único malo es que traía una lavadora en vez de timbales. Ella me acompañó en la aventura de esa humilde pero siempre rockera banda de punk estacióncentralense. Meses más tarde ya empezabamos a sonar decente y llegó mi segunda batería (Esta vez una Yamaha). Ahí nació una gran inquietud:
Pero siempre lo que me separaba de ese gran sueño era el factor plata. Y era charcha porque puta que me habría gustado haber tenido una batería tan pulentita como esas, en las bandas en que toqué después: ¡Chandoka-Chita!, Ashake, Fokozal-Shanks!, Fokozal-Bwr! y Fokozal (a secas). Después, en Bombillas, tocábamos con una Mapex pero era de Lalo Meneses, así es que no la cuento en esta serie.
El asunto es que esa hermosa batería nunca llegó. Y nunca llegó porque prácticamente era imposible para el bolsillo de un escolar y mi viejo ni cagando se habría gastado todas las lucas que esas hermosas y soñadas drums costaban. Por eso, las bandas fueron naciendo, creciendo y muriendo con mi Yamaha roja. Todas por distintas razones.
Pero ahora que trabajo, las cosas han cambiado. Digamos que podría tener esa batería con un poco de esfuerzo y dedicación. Tal vez, debería sacrificar un par de morlacos para que esa Tama negra con platos Z sea totalmente mía. Pero parece que no. Porque ya a estas alturas no la quiero. Mis intereses cambiaron y ahora… toco bajo.
Tiempo después, fue mi viejo el que se rajó con una batería verdadera, pero usada y completamente negra. Lo único malo es que traía una lavadora en vez de timbales. Ella me acompañó en la aventura de esa humilde pero siempre rockera banda de punk estacióncentralense. Meses más tarde ya empezabamos a sonar decente y llegó mi segunda batería (Esta vez una Yamaha). Ahí nació una gran inquietud:
¿Por qué no tener la mejor batería del orbe?
Digamos, una Tama, una DW, una Pearl o una Ludwig.
Obviamente, con platos Zildjian.
Como los de Tré Cool.
Digamos, una Tama, una DW, una Pearl o una Ludwig.
Obviamente, con platos Zildjian.
Como los de Tré Cool.
Pero siempre lo que me separaba de ese gran sueño era el factor plata. Y era charcha porque puta que me habría gustado haber tenido una batería tan pulentita como esas, en las bandas en que toqué después: ¡Chandoka-Chita!, Ashake, Fokozal-Shanks!, Fokozal-Bwr! y Fokozal (a secas). Después, en Bombillas, tocábamos con una Mapex pero era de Lalo Meneses, así es que no la cuento en esta serie.
El asunto es que esa hermosa batería nunca llegó. Y nunca llegó porque prácticamente era imposible para el bolsillo de un escolar y mi viejo ni cagando se habría gastado todas las lucas que esas hermosas y soñadas drums costaban. Por eso, las bandas fueron naciendo, creciendo y muriendo con mi Yamaha roja. Todas por distintas razones.
Pero ahora que trabajo, las cosas han cambiado. Digamos que podría tener esa batería con un poco de esfuerzo y dedicación. Tal vez, debería sacrificar un par de morlacos para que esa Tama negra con platos Z sea totalmente mía. Pero parece que no. Porque ya a estas alturas no la quiero. Mis intereses cambiaron y ahora… toco bajo.
Y uno. Y dos.
Y un, dos, tres, cuáaaahhh...
Y un, dos, tres, cuáaaahhh...
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