sábado, marzo 3


Caminaba por la calle en dirección Norponiente cuando sentí que era el momento preciso de comer algo. ¿Pero qué?. Hace tiempo que estoy evitando la comida chatarra y esas cosas por su cero aporte y la fofez que conlleva.
Ah, pero que más da!. Total un completo crujiente y grandote no me va a hacer ná.
Así es que partí en su búsqueda.
Una vez en el lugar, le digo mi pedido a la vieja que atiende sola porque la otra ya se estaba yendo.

- Me da un italiano con poca mayo por favor.
- ya, pero páguemelo altiro para hacer los dos pedidos juntos. (Había otro patán en el local)
- Ok. ¿Cuánto es?.
- $600.
- Ahí está.

Todo bien hasta ahí. Le pagué y el otro loco también lo hizo. Recibió y dio vuelto desde la caja.
Pero lo malo vino después cuando se puso a preparar todo sin lavarse las manos. Trámites como sacar las vienesas, tomar el pan, ver cuanta palta había y todo eso fueron hechos inmediatamente después de cobrar. Vieja de mierd...
Mientras se calentaba el pan en un microondas (momento en que perfectamente pudo lavarse las manos) la señora no encontró nada mejor que pegarse una buena sonada y sacar todo lo que estaba en su nariz. Pescó el pedazo de confort, lo llenó de mocos y lo tiró a la basura. Como andaba sin música, terminé abruptamente de silbar al ver lo que estaba sucediendo. Puuuuta, ya no pudo ser más señal sobre el evitar esas comidas.

Suena el timbre del horno, saca el pan, le agrega el tomate, la palta, poca mayo y me lo entrega sobre un papel.
Ya con el tocomple en la mano, salí rápidamente y tras mirarlo recordando lo que había pasado no me quedó otra que regalárselo al primer perrito que pillé.

¿Señal, no?.


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1 comentario:

Anónimo dijo...

jajajaja pucha que me rei con la historia pero muy cierto lo que dices, waaaaaa,el mas feliz tiene que haber sido cachupin jajajaja